viernes, 28 de septiembre de 2012

Importancia y necesidad de la formación en la fe




Para poder dar razón de nuestra fe y para vivirla con autenticidad necesitamos primero conocerla y estar convencidos de ella. Ciertamente nuestra fe es un don gratuito que hemos recibido de Dios, pero esto no significa que haya de ser irracional y ciega. Tenemos motivos para creer.

Vivimos en un ambiente en el que continuamente se ponen en tela de juicio e incluso se atacan frontalmente nuestras creencias y valores más importantes. Está cada vez más difundida una mentalidad y un estilo de vida contrarios al Evangelio y a la verdadera dignidad de la persona humana. Y esto lo constatamos no sólo en algunos medios de comunicación y campañas publicitarias, o en los programas de educación y en la legislación de algunos gobiernos, sino incluso en las conversaciones ordinarias con los compañeros de trabajo o con los amigos. Da la impresión de que ser «moderno» y «católico» se contraponen, más aún, que son realidades incompatibles.


Por tal motivo, la Formación Humano Cristiana persigue, fomenta, desarrolla:

  • Autoestima (Asertividad, Seguridad afectiva): Hoy en día es importante que los jóvenes se acepten a sí mismos como son, con realismo, sin complejos extraños, con un sano deseo de mejorar lo posible sin enterrar sus cualidades.
  • Solidaridad (Altruismo, Respeto): Son las actitudes básicas de la conciencia afectiva profunda, la capacidad de «ser para los demás», de percibir y sentir interés por el bien del otro y el grupo, de lealtad a algo o a alguien. Al respetar profundamente a la persona rechaza toda clase de manipulación y marginación. Al interesarse a fondo por los demás se desarrolla la pacidad de compromiso por el bien común (altruismo), que es la base de la dimensión cristiana y auténticamente religiosa de la vida.
  • Visión positiva de sí mismo. La aceptación, dominio propio y visión positiva de sí mismos; la integración de la propia sexualidad en el proceso de desarrollo efectivo; y una sensibilidad equilibrada ante los problemas y situaciones humanas.
  • Capacidad de trabajo. La capacidad de trabajo, personal y en equipo, sin contentarse con niveles mínimos, superando dificultades; así como la disposición para emprender nuevas experiencias que realizan su personalidad y adquirir las aficiones culturales y deportivas que dan sentido a su tiempo libre.
  • Libertad responsable. La capacidad de elegir libremente las amistades y relaciones humanas, las cosas y elementos de su actividad, etc., y la responsabilidad de comprometerse en acciones libres y de afrontar decisiones y problemas por sí mismos.
  • Convivencia social. La capacidad de convivencia social, que entraña corrección y respeto en las relaciones humanas; así como la espontánea comunicación de opiniones y experiencias propias, y la acogida de las ideas, actitudes y disposiciones de los demás.
  • Solidaridad y servicio. La actitud de solidaridad y responsabilidad por el bien común, ofreciendo a los demás el servicio de sus capacidades personales, y tomando iniciativas en favor de la comunidad escolar y extraescolar.
  • Sensibilidad ante problemas socioeconómicos. La sensibilidad ante las desigualdades, injusticias y discriminaciones sociales, económicas, culturales, etc., especialmente de las más próximas a su entorno; llegando a plantearse su orientación profesional desde esta actitud de servicio a la sociedad y a la comunidad política, motivados por las exigencias del Evangelio.
  • Sentido ético de la vida. La búsqueda e integración de los valores humanos, la vocación personal y el sentido ético de su vida y de las relaciones sociales, así como la apertura a la evolución y cambio de la sociedad, y a los nuevos modelos de realización liberadora y humana.
  • Apertura a la trascendencia. Gradual descubrimiento de la fe, encuentros y experiencias que promueven la personalización de la fe y el compromiso evangélico.